domingo, julio 05, 2020

Descifrando Las Escrituras


Tercera Entrega...
Traducción de La Torah al Griego - LXX.
Carta de Aristeas a Filócrates.

La traducción de la Toráh al griego; La versión de los LXX, (Septuaginta).
La Carta de Aristeas a Filócrates narra la traducción de la Toráh al griego (Pentateuco) llevada a cabo por setenta y dos sabios de Jerusalén en la corte de Ptolomeo Filadelfo. El autor usa formas y motivos característicos de la literatura griega. El artículo intenta demostrar cómo por medio de las descripciones de los regalos enviados por Ptolomeo y de las vestiduras del gran sacerdote Eleazar se trata de legitimizar la vida de la comunidad judía en Egipto bajo un soberano que los liberó de la esclavitud y no escatimó esfuerzos para traducir el texto sagrado al griego.

Aristeas quien dice ser un funcionario de la corte real de Ptolomeo Filadelfo (Siglo III , 285-246 a.M.) que participó de la embajada enviada por el soberano a Jerusalén a fin de entrevistarse con el sumo sacerdote Eleazar para que enviase a personas conocedoras de la ley y capaces de hacer una traducción.
La crítica ha sido unánime en señalar que bajo la figura de Aristeas se oculta un judío alejandrino educado en un ambiente helenístico (la religión de Alejandro Magno). Éste demuestra su conocimiento de la civilización griega en el uso de la lengua -koiné-,

En la Carta es el personaje asesor del rey en el ámbito cultural y mediante el cual se manifiesta la inquietud del soberano por enriquecer la biblioteca con la mayor cantidad de volúmenes existentes en su época. Ello origina el pedido de traducción de la Toráh debido a que “las leyes de los judíos son merecedoras de una transcripción y de formar parte de tu biblioteca”. Entonces Demetrio aconseja al rey escribir al sumo sacerdote de los judíos para llevar a cabo el proceso de traducción porque reconoce la necesidad de la misma.

Encargado de la biblioteca del Rey, Demetrio de Fáleron, recibió grandes sumas de dinero, para reunir, de ser ello posible, todos los libros del orbe; y realizando compras y transcripciones, llevó a feliz término en el menor plazo que pudo la encomienda real. Habiéndosele demandado, en mi presencia:
“¿Cuántas decenas de millares de libros hay?”, respondió: “Más de veinte, oh Rey; y me afano para completar en breve lo que falta para los quinientos mil. Por cierto, que se me ha anunciado además que las leyes de los judíos son dignas de transcripción y de hallarse en tu biblioteca”. “¿Qué es lo que te impide —dijo el Rey— realizar esta tarea, puesto que se te ha provisto de todo lo necesario?”. Demetrio dijo: “Se necesita una traducción: en Judea se sirven de sus propios caracteres; tienen, del mismo modo que los egipcios, tanto una escritura como una lengua propias. Corre la fama de que utilizan el siríaco; pero no es cierto, se trata de algo distinto”. El Rey, después que hubo recibido noticia puntual de todo, ordenó se escribiera al sumo sacerdote de los judíos, a fin de llevar a buen término el proyecto.

Al tema de la traducción de “los libros de la ley de los judíos.” Demetrio advierte al rey en un informe que los textos mencionados se leen “en caracteres y pronunciación hebreos, escritos de manera descuidada y no como son en realidad. “Los libros de la Ley de los judíos. Se hallan escritos en letras y lengua hebreas, traducidos  a descuido y no como conviene, al parecer de los competentes; pues no han gozado del cuidado real. Preciso es que también éstos se hallen junto a ti, en una versión cuidada, por ser Ley henchida de sabiduría y muy pura, como que es divina. Por ello se han abstenido escritores, poetas y la pléyade de historiadores de hacer memoria de los antedichos libros y de los hombres que por ellos se han regido: porque su doctrina es augusta y sagrada, como sostiene Hecateo de Abdera. Si te parece bien, oh Rey, se escribirá al sumo sacerdote de Jerusalén para que nos envíe hombres de vida irreprochable, Ancianos avanzados en años, expertos en la materia de sus leyes, seis por cada tribu, a fin de que, examinando el acuerdo de la mayoría y adoptando una interpretación precisa, constituyamos con evidencia una versión digna del argumento y de tus intenciones.
Su intención es la de complacer a todos los judíos de la tierra y sus descendientes, por lo cual ha decidido la traducción de la ley de la lengua hebrea a la griega. Solicita el envío de ancianos honestos y capaces de hacer una traducción para lo cual ha de despachar una embajada a fin de ocuparse del tema. La respuesta de Eleazar continúa el tono amable del soberano a quien el sumo sacerdote complace en su pedido eligiendo seis ancianos distinguidos de cada tribu.

“El Rey Ptolomeo al Sumo Sacerdote Eleazar, salud y alegría. Dado que sucede que multitud de judíos habitan nuestra tierra, expulsados de Jerusalén por los persas, en los tiempos de su dominio, y que además otros muchos llegaron con nuestro padre a Egipto, cautivos de guerra; muchos de los cuales enroló él mismo en nuestro ejército, con generosa soldada. De un modo similar reputaba dignos de confianza a los que ya estaban aquí; pues construyó fortalezas y se las entregó, para infundir temor, merced a ellos, en el pueblo egipcio. Nosotros, tras heredar su monarquía, para con todos tenemos un trato humano, pero muy particularmente para con tus connacionales: hemos liberado a más de cien mil prisioneros de guerra, pagando a sus dueños el justo precio en dinero; y si algún entuerto se había cometido, por culpa de los ímpetus del populacho, reparándolo; convencidos de actuar de un modo piadoso y de hacer algo grato al supremo Dios, que ha preservado nuestra soberanía en paz y con gran gloria por todo el orbe. A los que gozan de la flor de la edad los hemos situado en el ejército; a los merecedores de estar junto a nosotros, como dignos de confianza en la Corte, los hemos puesto a la cabeza de determinadas misiones. Queriendo hacer algo grato a ellos, a todos los judíos del orbe y a sus descendientes, hemos decidido traducir vuestra Ley, de la lengua que llamáis hebraica, al griego, a fin de que se halle también en nuestra biblioteca, con los otros libros reales. Obrarías magnánimamente y de un modo digno de nuestra solicitud si eliges hombres de vida irreprochable, Ancianos expertos en la Ley, capaces de traducirla, seis por cada tribu, de modo que se descubra el acuerdo de la mayoría, visto que la investigación versa sobre algo de altísima importancia. Pues pensamos que, cumplida esta tarea, nos reportará gran gloria”.

A esta carta respondió dignamente Eleazar lo siguiente:
“Eleazar, Sumo Sacerdote, saluda al Rey Ptolomeo, su amigo de corazón. Salud a ti, a la reina Arsínoe, tu hermana, y a vuestros hijos. Si es así, bien está, y conforme a nuestros deseos; también nosotros estamos bien.  Recibida tu carta, grandemente nos alegramos a causa de tu determinación y buen consejo y, habiendo congregado al pueblo entero, se la leímos, para que conozcan tu piedad para con nuestro Dios”.

Eleazar eligió a los mejores varones, y por su cultura excelentes, como nacidos de padres prestigiosos, en posesión no sólo de las letras judías; antes bien, se habían dedicado, asimismo, y no a la ligera, a la instrucción helénica; eran, por ende, aptos para las embajadas y las llevaban a cabo cuando era preciso; poseían gran talento para los debates e interrogatorios acerca de la Ley, a la búsqueda del justo medio —tal es lo más bello—; hostiles a la rudeza y la incultura del espíritu, pero al mismo tiempo muy por encima de creerse superiores o menospreciar a los demás; prestos, por el contrario, al coloquio, a escuchar y responder a cada uno en manera conveniente; avezados todos ellos a estas prácticas y sólo en ellas deseosos de superarse el uno al otro: todos dignos de su jefe y de la virtud que le adornaba.

El origen de los nombres de los sabios. Entre ellos hay algunos que reflejan un origen persa o iranio, otros son nombres semíticos adaptados al griego o nombres hebreos. Se concluye que a través de la onomástica es posible observar el proceso de aculturación helenística en la clase alta de Judea del siglo III a.M.

El pasaje más extenso del texto y en el que el rey interroga durante siete días a cada uno de los setenta y  dos sabios judíos venidos desde Jerusalén acerca de temas relacionados con el arte del buen gobierno y una conducta ético-política adecuada.

Se pudo lograr una traducción del texto bíblico con calidad suficiente para no necesitar ninguna enmienda y para poder prescindir del original hebreo cuya lectura y práctica resultaba cada vez más inaccesible a los habitantes judíos de Egipto.

La Carta cumple la función no sólo de otorgar un estatus de legitimidad a la traducción griega de la Toráh (Pentateuco), fundamental para el cumplimiento de las leyes ancestrales, sino la de justificar la permanencia de los judíos en Egipto, súbditos de un rey, respetuoso y máximo admirador de la labor llevada a cabo por los sabios judíos a quienes llegó a considerar amigos.

Continuara...

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